La pregunta revuelve mi mente, como las hojas que bailan con el viento invernal
Aún
caminando y estudiando todas mis suertes, no he podido encontrar esa
razón que susurra a mis oídos en ese instante de miel de sueño donde mis
sentidos caen con el peso de un día cansado
No, más bien agotado, agotado más no agobiado.
No he tenido una luna indolente desde el día en que te conocí
No recuerdo a que sabe la amargura luego de una caricia de tus labios de miel.
El
único temor que mi alma ha experimentado desde ese día es la tormenta
de agujas qué se clavaron en mi corazón desgarrándolo con cada pulsación
de miedo a perderte
Pero vuelvo con mi razón, vuelvo con mi suerte
Y es donde mi sentir se calla, pues las explicaciones huyen de mí
Corren mirando hacia atrás con expresión maternal diciéndome que quizá, quizá lo mejor sea no saberlo
Pues cada vez que me lo pregunto me doy cuenta de lo alejado qué estoy de saberlo
No lo sé, y quizá, nunca lo sabré.
No sé por qué estás conmigo, no sé que favor le hice a la vida
No sé cuántas mercedes le di a la benevolencia
Ni juntando todos los versos que te erizan la piel
Ni con todas las melodías qué tocan los duetos en mi pecho cada vez que ríes,
No, no se puede saber, no se puede explicar, y aquí estas eres tú,
Eres mía, y yo,
Yo soy tuyo.