jueves, 26 de junio de 2014

Banshee.



Banshee

Todo comenzó en una expedición como  cualquier otra. El sargento McMalroy, duro y firme con las ordenes, en esa postura de juez que acostumbraba tomar en los momentos más difíciles, había ordenado peinar una zona tumultuosa  a las afueras de Dublín, a pesar de que las bajas habían sido notables, y la escasez de soldados era más que evidente habíamos recibido un reporte de  un grupo de guerrilleros que había montado un campamento en una casa vieja en las profundidades del bosque de Wicklow.

Mi compañero, el serio y temerario Gael O'Neill, la única persona que consideraba cuerda en todo este “ejercito de patanes”, compartía mi sentido común, pues al igual que yo,  pensaba estratégicamente, y creía, que deberíamos estar haciendo frente a los Ingleses, y no comenzar una absurda campaña contra un grupo de hambrientos alborotadores, y menos unos pobres diablos que habían tomado un lugar tan apartado de la sociedad  para recibir la atención que tanto ansiaban.
O'Neill y yo decidimos separarnos de el resto del grupo y encaminarnos al este, mientras los demás cubrían la parte nor-oeste.
Recuerdo muy bien cada detalle, eran las 6 de la tarde, el poco sol que aún quedaba era opacado por la densa capa de niebla que acostumbra cubrir el bosque a esas horas, en aquel silencio sepulcral, el sonido de nuestras pisadas y la respiración pesada de O'Neill era lo único que podía percibirse.
Caminamos aproximadamente diez minutos desde que el manto de Niebla cubrió totalmente el bosque, hasta tal punto de no poder ver un árbol a más de 2 metros de distancia.
Después de un rato O'Neill comento sentir frio, sonara tonto quizá, pues en cualquier bosque de toda la madre Irlanda hace frio, pero… este en particular , me sobrellevo un instante después de que mi compañero lo mencionara, era agobiante, casi como si la temperatura te aplastara el pecho y te dejara sin aliento, además de esto el ambiente se volvió pesado, a lo lejos los aullidos de los lobos resonaban en las paredes de troncos formadas por el bosque, aullidos que no eran de alerta, aullidos de miedo, de dolor, y de angustia.
Instantes después nos encontramos frente a la susodicha casa, O’Neill y yo compartimos una mirada afirmativa mientras desenfundábamos los rifles que llevábamos con nosotros.
Desde afuera y solo por casualidad, note que la chimenea de la vieja casa no estaba encendida, hecho que me altero de manera indirecta, pues según mi entrenamiento, y más aún, según mi experiencia conductas así no auguraban nada bueno.
Atravesamos la Gran puerta principal, que daba directamente al gran salón de la casa, es aquí cuando las cosas toman un camino, bueno… siniestro es lo más correcto.

Lo que encontramos no era en nada parecido a lo que nos habían ordenado buscar, estoy seguro de que al igual que yo mi compañero esperaba al menos ser recibido con un disparo de resistencia, pero… lo que encontramos, ahora lo puedo afirmar, es peor que un simple disparo.

En el gran salón, sentado en un sillón y viendo hacia la ventana, yacía muerto uno de los guerrilleros, lo que nos perturbo no fue el fallecimiento en sí, si no aparentemente, el cómo había muerto. La cara de aquel hombre estaba deformada por la expresión de horror que había en ella, los ojos estaban totalmente abiertos e inyectados en sangre, los tendones de la mandíbula estaban rígidos, haciendo que la boca expresara en un grito el intenso pánico que sufrió el pobre hombre al morir, en ese momento di un pequeño salto hacia atrás por el miedo, O’Neill se limitó a dar una mirada inquisitiva hacia la ventana, pues si el hombre había caído ahí, fue producto de alguien o algo detrás del cristal.
 Después de unos segundos, me acerque a mi compañero para dar una mirada hacia el bosque, mientras daba el segundo paso, logré ver un pequeño y espeso torrente de líquido rojo, que frente a mi comenzó a caer desde el techo.
A pesar de no ser mucho basto para sembrar un poco el pánico en los dos, O’Neill se acercó y al examinar la escena me indico que la sangre provenía del segundo piso, y que se había colado por entre las tablas, rápidamente desenfundamos los rifles y nos apresuramos hacia el piso de arriba. No hay mucho que decir de la casa, era una mansión de una de las familias antiguas de la ciudad, elegante de tapiz verde con la ornamenta típica de la época.
Llegamos hacia las escaleras y avanzamos sin tildar,  nuestros pasos resonaban en la alfombra polvorienta, y pudimos notar pedazos de vidrio conforme llegábamos a nuestro destino, O’Neill  arribó antes que yo el final de las escaleras, y al tocar el último escalón paró el avance, sus ojos y boca se abrieron de golpe mientras el arma se le escapaba de entre los dedos, no puedo culparlo por tener esa reacción, la habitación a la que llegamos era una carnicería, sobre una pequeña mesa, que parecía ser la que se utilizaba para tomar los refrigerios, estaba uno de los criminales boca arriba con la misma expresión que su camarada de abajo, la diferencia radicaba en que este tenía el estómago abierto desde el ombligo hasta el cuello, la abertura no parecía ser producto de un objeto punzocortante, era más bien como si algo hubiese succionado con tal fuerza que le había arrancado el estómago de tajo, el olor a sangre y carne inundaba el cuarto, y no pasó mucho antes de darnos cuenta de otro pobre desdichado más exactamente en las mismas condiciones solo a 3 metros de distancia, los dos nos quedamos perplejos por la naturaleza tan mórbida de la escena, examinamos un poco la habitación, entramos a una de las recamaras principales, la examinamos y no encontramos nada, justo cuando nos dispusimos a hacer lo mismo en las demás habitaciones, el sonido de un grito llego hasta nuestros oídos, después de una mirada afirmativa bajamos y salimos de la mansión hacia el bosque, avanzamos aproximadamente 25 o 30 metros hacia la espesura y nos detuvimos.

 Lentamente el manto de niebla volvió a cubrir la zona, era tan densa que no pude ver donde estaba O’Neill, di varios pasos hacia adelante con los brazos extendidos tratando de orientarme y llegar hasta un punto donde me fuese posible ver el panorama llame varias veces a mi compañero pero este no respondía, avance hasta toparme con un árbol que me lleno las manos de musgo al tocarlo, comencé a sentir pánico, podía percibir como los latidos de mi corazón aumentaban drásticamente el ritmo, los labios se me secaban, el sudor comenzó a resbalar por mi frente, mis reflejos reaccionaban a cualquier perturbación en el ambiente, un pequeño ruido bastaba para que mi pecho diera un golpe y girara mi cuerpo en dirección a él.

Escuché disparos, antes de analizar la situación ya estaba corriendo a respaldar a mi compañero, no sabía que podía esperar, no sabía ni siquiera a que debía enfrentarme cuando por fin llegara a la escena, y en un instante, me detuve. No lo hice por escuchar algo extraño, ni mucho menos por ver algo, ese era el dilema, que no escuchaba nada.
En ese momento fue que entendí, lo único peor que escuchar a una abominación es quedar a la deriva en el silencio, uno que perfora más profundo en la psique que cualquier otro sonido.
En ejercito te entrenan para saber cuándo retirarte, a pesar de dejar a un amigo atrás, corrí tan rápido como mis piernas me lo permitían de vuelta hacia la casa, no sabía a ciencia cierta si el camino que estaba tomando era el correcto, pero no me quedaba más que huir de ahí, detrás de  mí sentía que algo seguía mi rastro, llámenlo como les plazca pero percibía esa sensación detrás del cuello, ese gélido frio vestigio de un sexto sentido animal que la humanidad hemos perdido con el pasar del tiempo escuchaba como eso que fuere movía las ramas de los arboles  mientras avanzaba por el rabillo del ojo miraba como una mancha negra se acercaba más y más.
No pude soportarlo más y me gire hacia atrás disparando una ráfaga hasta acabar con la munición en el rifle, cuando se acabaron las balas, me di cuenta de que no había nada, por un momento no hice ningún ruido , mire hacia ambos lados buscando desesperadamente a mi persecutor, teniendo la esperanza de no ver nada, que todo fuese mi imaginación, cuando volví mi cuerpo hacia el camino que estaba tomando hace unos momentos fue cuando me di cuenta de lo equivocado que estaba.
Frente a se encontraba lo que parecía ser una mujer, encorvada tapándose la cara, sus ropas estaban rasgadas, el vestido que parecía ser antiguo y bastante lleno de mugre. Comenzó a llorar, yo me petrifique del miedo, mi instinto me decía que debía huir sin mirar atrás hacia la mansión pero mi cuerpo no respondía, solo podía quedarme ahí mirándola, y mientras más la analizaba más me daba cuenta de que no era humana, o al menos no completamente.

Su piel era pálida en extremo, tan blanca como la nieve que cubría Dublín en los fríos inviernos, su complexión era delgada, pero lo era antinaturalmente, parecía como si en cualquier momento sus piernas no podrían sostener su cuerpo y se quebrarían sin más, sus dedos eran exagerada y asquerosamente largos, no se podía distinguir donde terminaba el dedo y donde comenzaba esas uñas como garras, puntiagudas y negras. De un momento a otro detuvo su llanto, lentamente sus manos dejaron de cubrirle el rostro y pasaron a colgarle de los brazos, su encorvada postura paso a erguirse y… miró hacia mí.
Detrás de una capucha que cubría su cabeza vi la  cara, bueno, si a “eso” se le puede llamar cara, mas antinatural, infrahumana, horrible que haya visto en toda mi vida, simplemente era una cabeza con un agujero enorme en medio de ella, negro como si fuese un portal hacia la nada.
Súbitamente produjo un grito desgarrador y guturalmente agudo, fue ahí cuando por fin mi cuerpo reaccionó, corrí, lo hice como nunca antes en mi vida, sentía como las articulaciones se desgastaban y mis músculos se quemaban, escuchaba como esa cosa gritaba y me perseguía, ver la casa produjo en mí una sensación indescriptible de esperanza y de satisfacción, pero aun así no detuve mi marcha hasta que pude llegar a la puerta y atravesarla, comencé a cuestionar por qué tenía esa sensación de seguridad, no sabía si una simple puerta era suficiente para poder detener a ese mounstruo, y para mi suerte, ella no entró.

Rápidamente subí las escaleras, lo primero que pensé fue en ir a el armario de la habitación de arriba y esconderme ahí, esperar a que las demás tropas se percataran de nuestra ausencia y me rescataran, me tenía que aferrar a eso, no me quedaba más, cuando pase junto a los cuerpos recordé que todos habían muerto cerca de una ventana, claro… ella no puede entrar al perímetro, pero si atraerte hacia ella. Entré en el armario, y es desde aquí donde escribo lo que creo que será mi reporte final, quien sea que encuentre esto, ya no soporto sus llantos y sus gritos, me estoy volviendo loco, han pasado seis días y la poca comida y agua que dejaron los bandidos ya se me termino completamente, ya no soporto sus alaridos, estas son mis ultimas palabras, intentaré escapar.

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